Querido lector@,

Esta semana queremos ofrecerte información y consejos para cuidar y proteger tu piel de los agentes externos agresivos en estas fechas de verano que ya se acercan.

Para ello, vamos hablarte primero de la piel como órgano y su funcionamiento, y después de cómo prevenir las enfermedades que la afectan en esta época del año desde una perspectiva natural.

La piel

La estructura cutánea conforma el órgano más grande del cuerpo humano, ya que recubre el mismo externamente separándolo del medio exterior. Abarca más de dos metros y pesa entre 4,5 y 5 kilos.

Es una estructura heterogénea que consta de tres capas superpuestas: la epidermis, la dermis y la hipodermis.

– La epidermis es la capa más externa y fina. Se subdivide en las capas: basal o germinativa, stratum spinosum o cuerpo mucoso de Malpighi, stratum granulosum o capa granulosa y stratum corneum o capa córnea.

Está formada principalmente por células vivas, los queratinocitos, que se van transformando progresivamente en el proceso de queratinización para formar las distintas capas, cada uno con sus características específicas.

Estas células vivas, en el transcurso de la queratinización se aplanan y pierden el núcleo, transformándose en corneocitos, las células que forman el estrato o capa córnea de la piel, la más externa y descamativa.

La epidermis constituye una barrera frente al calor, la luz y los agentes patógenos en su capa más externa, cuyas células «muertas» contienen un número de enzimas participantes en los procesos de metabolismo y son ricas en sustancias fijadoras del agua (manteniendo la hidratación).

Más internamente, la epidermis produce los melanocitos, células responsables de la pigmentación de la piel formadoras de la melanina, que da color a la piel y constituye un mecanismo de protección natural frente a la radiación ultravioleta del sol.

Además, también encontramos en la epidermis las células de Langerhans, que forman parte del sistema inmunitario, encargadas de captar los alérgenos para presentarlos a los linfocitos T. Aseguran la defensa inmunológica de la piel desencadenando una respuesta inmunitaria celular (alergia de contacto tipo IV o hipersensibilidad retardada).

Las células de Merkel son los receptores sensitivos de nuestro sentido del tacto. Son más numerosos en labios, palmas de las manos y extremidades de los dedos, y captan los estímulos vibratorios, transmitiéndolos a las terminaciones nerviosas con las que se conectan.

Así, la epidermis tiene la principal función de protección, aunque también es importante desde el punto de vista estético, pues es la parte visible.

– La dermis es más gruesa que la epidermis y está compuesta principalmente por tejido conectivo o conjuntivo formado de colágeno y fibras elásticas.

Es la capa media de la piel y en su unión con la epidermis (unión dermoepidérmica) existen sustancias como glicoproteínas, colágeno tipo IV y fibronectina. Esta unión entre la capa basal de la epidermis y la dermis tiene una estructura ondulada en las pieles jóvenes, mientras que se aplana y distiende a medida que la piel envejece (pierde tonicidad).

La dermis está formada por proteínas como el colágeno (que confiere resistencia a la piel) y elastina (responsable de la elasticidad de la piel).

Las fibras oxitalánicas y las fibras de reticulina (de elastina y colágeno respectivamente), son fibras muy finas que son las primeras en desaparecer a lo largo del envejecimiento.

Otras sustancias que encontramos en la dermis son: gel de proteoglicanos donde se sitúan las fibras anteriores, compuesto de ácido hialurónico, condroitín sulfato y dermatán sulfato (en este gel se captan las moléculas de agua, constituyendo un reservorio de agua para la piel); y células como los fibrocitos y fibroblastos, macrófagos, linfocitos y granulocitos eosinófilos.

En esta capa de la piel hay una pequeña cantidad de tejido adiposo, así como encontramos los anejos cutáneos: los folículos pilosos, las glándulas sebáceas y los conductos de las glándulas sudoríparas.

La dermis proporciona a la piel su carácter elástico y su resistencia.

– La hipodermis es la capa más interna y está compuesta de tejido conectivo (principalmente colágeno y gel de proteoglicanos) y de tejido adiposo.

Las células grasas o adipocitos almacenan triglicéridos, dándole a la piel su poder aislante y constituyendo una reserva de energía.

En esta capa encontramos todo el sistema de vascularizaciónlinfática y arteriovenosa, así como la inervación, que afecta tanto a la dermis como a la epidermis (ésta última sólo recibe terminaciones nerviosas).

La circulación sanguínea asegura la oxigenación y nutrición de las diferentes capas de células de la piel, tiene una función esencial en la termorregulación y mantiene el equilibrio de la presión arterial. Además, interviene en los procesos de absorción transcutánea.

pH de la piel

La piel tiene un pH cercano a 7 en la capa dermis, mientras que se transforma en un pH ácido en la capa más externa. Este pH ácido cercano a 5, variable según los individuos y las zonas corporales se sitúa generalmente entre 4 y 7, de media es de 5,5.

El pH es regulado por la secreción de sudor de las glándulas ecrinas, que secretan ácido láctico, entre otras sustancias. Esta secreción ácida constituye un mecanismo de defensa para la piel frente al ataque de microorganismos.

De esta manera, hay que mantener la piel limpia y sana, con productos de lavado que mantengan este pH (evitaremos las preparaciones alcalinas), teniendo en cuenta que el pH aumenta con la edad y es más alcalino en mujeres.

Flora cutánea

Es importante conocer que existen una serie de colonias de microorganismos que habitan en la piel: bacterias, hongos, levaduras, cuya cantidad y naturaleza varían con la edad.

Las zonas de la piel más ricas en microorganismos son las manos, el cuero cabelludo, las axilas, la frente, los miembros y la espalda.

Estos microorganismos participan en la defensa de la piel frente a invasiones masivas de otros microorganismos, por ello no deben suprimirse.

Sólo puede considerarse peligrosa una proliferación exagerada de estos gérmenes, bien por una modificación del pH, de la humedad, por falta de higiene o por una alteración en el epitelio.

Manteniendo una higiene adecuada y unos cuidados básicos podemos conservar el equilibrio de este medio y evitar infecciones no deseadas.

Funciones de la piel

Con lo que hemos comentado anteriormente, podemos resumir las funciones de la piel en:

– Función protectora: Protege los órganos internos amortiguando las agresiones externas. Impide la penetración de líquidos pero es permeable a diferentes sustancias como los aceites. Constituye una barrera frente a las agresiones bacterianas, la deshidratación y las radiaciones ultravioletas.

– Función secretora y depurativa: A través del sudor excretado por las glándulas sudoríparas eliminamos sustancias de desecho del metabolismo celular. La eliminación del sudor dependerá de la temperatura exterior, el ejercicio físico, el estrés al que una persona esté sometida y la cantidad de líquido ingerido.

A través de las glándulas sebáceas podemos eliminar los productos de fermentación intestinal procedentes de la digestión hepática, y el sebo secretado tiene una función impermeabilizadora de la piel y proporciona flexibilidad a la misma.

– Función de reserva: En la piel se produce un almacenamiento tanto de sustancias liposolubles (principalmente ceramidas) como de agua.

El contenido acuoso determinará el estado de hidratación de la piel: si la proporción de agua es inferior al 10%, la piel se presenta seca, rugosa, descamada, blanquecina, cuarteada, molesta y poco estética. Si la piel, por el contrario, está demasiado hidratada (por encima del 13%), sus células aparecen turgentes, apagadas y se deshidratan a una gran velocidad.

– Función sensitiva táctil: El sentido del tacto nos permite captar impresiones que proceden del exterior. Nuestra piel es una gran superficie desplegada de terminaciones sensitivas para interaccionar y relacionarnos con el mundo que nos rodea.

– Función inmunitaria: Además de actuar como barrera natural frente a las agresiones, la piel posee células componentes del sistema inmunológico, como ya hemos comentado.

– Función de síntesis: Concretamente, la piel es capaz de sintetizar vitamina D a partir de sustancias contenidas en la dieta y por acción de la luz ultravioleta sobre ella. Por ello, es imprescindible para la vida tomar el sol y recibir su energía solar para prevenir enfermedades o lesiones por carencia o déficit de vitamina D (que permite la absorción y fijación del calcio en huesos y dientes y el mantenimiento del correcto funcionamiento del sistema nervioso). Obviamente, la exposición solar debe ser controlada, no excesiva y siempre con protección adecuada para evitar lesiones cutáneas como quemaduras o cáncer de piel.

Cómo cuidar y proteger la piel desde dentro

– Hidratación:

La piel, como órgano más grande y extenso de nuestro cuerpo, cuyo tejido principal es conjuntivo, rico en gel y en fibras de colágeno y elastina, necesita una importante hidratación.

Por regla general, para la salud completa del organismo, se recomienda no beber menos de 1,5 litros de agua al día, siendo lo ideal unos 2 litros.

La hidratación también se beneficia de la ingesta de alimentos ricos en agua como las frutas y verduras.

– Alimentación saludable:

Los alimentos saludables que van a repercutir positivamente en el estado de nuestra piel son principalmente los de origen vegetal, como las frutas y las verduras, gracias a su aporte en agua y en vitaminas, minerales y fitonutrientes.

Las frutas y verduras favorecen la eliminación de toxinas a través de la vía renal, por la orina (son diuréticas y detoxificantes). Las frutas de color amarillo y naranja constituyen buenas fuentes de vitamina A (carotenoides antioxidantes).

El germen de trigo, los frutos secos y el aguacate son buenas fuentes de vitamina E, también antioxidante (gran efecto anti-aging o «antienvejecimiento» prematuro).

Las hortalizas como el pepino, que contiene azufre, pueden mejorar procesos como el acné con resultados muy positivos. Se puede consumir en zumos y batidos, pero también aplicado localmente sobre la piel. Es un excelente hidratante y depurativo.

La lechuga y el apio, además de ser diuréticos y ricos en minerales y vitaminas, se aconsejan, por ejemplo, en la psoriasis.

Los alimentos ricos en ácidos grasos omega 3, como la soja, el pescado azul, las algas (también detoxificantes y depurativas), las nueces y las semillas de chía, poseen una acción antioxidante y antiinflamatoria sobre la piel.

– Alimentos perjudiciales:

Los azúcares (sobre todo los refinados), la leche y alimentos lácteos, la sal, las grasas saturadas y el alcohol son los alimentos que pueden afectar a nuestra salud general y a nuestra piel en particular, especialmente en algunas patologías concretas.

Los azúcares en exceso se transforman en depósitos de grasa, que junto con un exceso de grasas saturadas, sal y alcohol pueden favorecer la aparición de celulitis.

La leche y derivados lácteos de vaca favorecen ciertos procesos inflamatorios, así como la retención de líquidos, también a nivel subcutáneo, perpetuando la deficiente microcirculación linfática y la celulitis.

El consumo excesivo de sal favorece las dermatitis y la inflamación de las glándulas sebáceas, además de provocar la conocida retención de líquidos o edema.

Las grasas saturadas agravan ciertas patologías y favorecen los procesos inflamatorios.

El alcohol puede agravar los síntomas de picor y enrojecimiento de procesos como la psoriasislos eccemasel acné y otras enfermedades inflamatorias de la piel, debido a la vasodilatación que produce a nivel dérmico.

En el próximo post continuaremos explicando los nutrientes a aportar para mantener la salud de la piel, así como las terapias naturales más beneficiosas para lograr una piel sana y bella y prevenir y tratar los problemas dermatológicos más frecuentes.

¡Feliz semana!

Sara Gómez Marquina

Especialista en Terapias Alternativas, Naturopatía y Nutrición. Fisioterapeuta

Colaboradora de Ecolife Food y Gerente del Club AV Natural Cantabria

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